No deja de ser nunca sorprendente la intervención del artista en la naturaleza; memoria viva son el bosque de Ibarrola, las esculturas de Chillida, obras expuestas a un diálogo incesante con el entorno, que deteriorándolas las renueva. El amplío dinamismo que supone crear fuera del lienzo, cincelar fuera del estudio, al mismo tiempo que la atracción que suscita el enfrentar los sentidos del creador con su objeto tradicional de diálogo, la naturaleza, son los motivos que llevan a este grupo de artistas a interaccionar con ella en los alrededores de Paracuellos (Cuenca).
Obras
expuestas al tiempo, por tanto a la luz, al clima, aspectos que
condicionan la mirada del espectador, que también sufre la decadencia de
la intemperie. La obra como parte de la naturaleza, la naturaleza como
parte de la obra, nadie imita a nadie, entre tanto la conversación se
prolonga con nuevos vientos y nuevas lluvias.
Obras
que se retroalimentan entre ellas, que de alguna forma se han elaborado
entre todos, habitando un escenario cambiante, expuestas a esa
mutación. Creaciones que nacen y mueren en la naturaleza, por ello
viven, porque saben de su final, pero desconocen la fecha. Incertidumbre
humana y natural, en definitiva, que hace apasionante la experiencia de
acercarse a este crisol de ideas y propuestas.
José Ángel García Caballero
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